En el Raval, en medio de la plaza del Pedró, lugar de confluencia entre las calles del Carme y el Hospital, por un lado, y el de San Antonio que llevaba al portal del mismo nombre, por otra parte; encontramos una casa visiblemente más antigua y baja que el resto. Actualmente, es un bar restaurante, pero antes había sido una vaquería y el establecimiento de un boticario, pero más lejos en el tiempo todavía, según la voz popular recogida por el folklorista y vecino del barrio Joan Amades, este lugar era conocido como ‘Hostal del Carmen.
Al estar situado en la entrada de la ciudad junto al Portal de Sant Antoni, era considerado uno de los hostales mejor ubicados de la zona por lo que hacía el trajín de forasteros que venían a hacer comercio y fecha de inicios del siglo XVIII, momento en el que la gran parte del actual barrio del Raval eran tierras de cultivo y edificios asistenciales de la iglesia.
A principios del siglo XIX, tras la invasión napoleónica, el monarca Fernando VII traicionó a los liberales que le habían devuelto el trono después de ahuyentar al invasor francés y se apuntó a reprimirlos con mano dura sumándose a la Santa Alianza, ariete del absolutismo. Charles de Espagnac, conocido localmente como Carlos de España, fue designado en aquel momento de intento de retorno al absolutismo como Capitán General de Cataluña para guiar con mano firme un territorio díscolo con una capital proclive a la revuelta. era Barcelona.
Carlos de España era conocido por sus excesos de autoritarismo y crueldad incluso por la gente de sus propias filas, que pedía a menudo su destitución. Su sola presencia hacía sufrir cualquiera dada su facilidad para pedir ejecuciones a la mínima. Durante su mandato, impuso a las fondas un orden por el que debían cerrar sus servicios de restauración a lo sumo a las ocho de la tarde sin posibilidad de ningún minuto de prórroga.
Un día, según recoge Amades, poco antes de las ocho de la tarde, un hombre vestido con vasijas de vagabundo entró en la fonda y rápidamente algunos vecinos advirtieron al hostelero de que el presunto mendigo tenía un parecido muy directo con el Capitán General de Catalunya, Carlos de España.
El hombre entró en el Hostal del Carme y pidió que le dieran cenar. Ante esto, el hostelero intentó hacerle entrar en razón haciéndole ver que no merecía la pena, que no le daría tiempo casi ni de empezar porque a las ocho puntualmente debía desalojarse el local. Ante el insistente comensal y teniendo en cuenta que ya había sido advertido, el dueño le puso el plato en la mesa, pero cuando no había hecho sino unas pocas cucharadas, le invitó primero amablemente y seguidamente a empujones a abandonar el establecimiento.
Al día siguiente el alberguer fue citado a capitanía y una vez allí, el temido General Carlos de España lo premió con una onza de oro por el estricto cumplimiento de sus órdenes, añadido que podía contarlo como un buen amigo en todo aquello que pudiera servirle. Amades dice que éste sería el motivo por el que este hostal era conocido con el apodo de Hostal del General por la gente de la época de sus abuelos.
Cuento esta historia ahora más que nada porque el edificio del antiguo hostal todavía queda de pie, y tratándose probablemente de uno de los pocos edificios civiles de los inicios de la urbanización del Raval es un hecho muy a tener en cuenta. Más que nada para hacerle valer y no tener que recordar el simbolismo que este edificio tuvo durante su historia el día que tengamos que salvarle in extremis de una inminente demolición. Lo que se conoce, lo que se ama popularmente, siempre es más difícil de hacer desaparecer.