Una de las piezas más emblemáticas del Navidad en Cataluña y que está presente en la mayoría de hogares del país es el tió, también digo cepa en las tierras de Lleida, tronco en el Pirineo, tronca en la Franja de Poniente y soy o cachafuego en Occitania. Los niños lo hacen cagar, normalmente el día 25 de diciembre, siguiendo una tradición que se remonta siglos atrás y que está vinculada con la naturaleza, el solsticio de invierno y la fertilidad.
El tió es un bloque de madera destinado a dar calor para soportar la crudeza del invierno y luz para las largas noches, pero cuando llega la Navidad contrae una capacidad mágica que le permite regalar golosinas y chucherías si se le cuida correctamente. Esta fantástica habilidad estaba vinculada originariamente al simbolismo de la abundancia para soportar los rigores del frío y auguraba un renacimiento de la naturaleza después del invierno. El tió era el símbolo de una nueva vida.
Antiguamente también era costumbre tirarlo al fuego una vez había hecho el servicio de repartir los pequeños presentes, pero la desaparición de las chimeneas en casas y pisos ha hecho decaer la crema y, de repente, el ritual que se celebraba con las cenizas, utilizadas como elementos de protección contra las tormentas y las plagas.
El etnólogo y folclorista Joan Amades explica en el «Costumario catalán» algunas de las actividades que se hacían en las masías catalanas a mitad del siglo XX y que se basaban en una teatralización de la llegada del tió como si fuera una figura celestial. Los abuelos instaban a los niños a salir al patio para ver cómo aterrizaba el tió que venía del cielo, y realmente lo hacía, pero porque se lanzaba desde lo alto del tejado.
Con el tronco ya en casa, se lo alimentaba y tapaba para que no tomara frío y pudiera estar en plenas condiciones para derramar de golosinas. Para conseguirlas, los niños y niñas debían picarle el lomo (no hay referencias a la intensidad del varapalo) entonando una canción. Estas melodías han ido variando en función de las zonas geográficas, aunque todas mantienen una voluntad similar de «amenaza» al tió con golpes de bastón.
Con el paso de las décadas, la tradición de hacer cagar la cepa se ha ido estrafando en sintonía con intereses comerciales de modo que actualmente se hacen muchas cosas de las que nada se dice en los libros de historia y costumbres. De entrada, en la madera se llamaba tió o cepa o tronca, pero en ningún caso «cagatión«, cómo se estila últimamente.
Tampoco hay nada escrito sobre la actividad de ir a buscarlo al bosque como se hace ahora, porque antes eran autosuficientes y ellos solos ya llegaban a las casas. Por último, tampoco hay referencia alguna a los grandes regalos que ahora cagan algunos troncos. Las bicicletas y los widgets electrónicos han sustituido los pegamento dulces y chocolatinas de antes, cuando todos los tions eran diferentes entre ellos y no se colocaban masivamente en las paradas navideñas.