La celebración de la tercera edición del Dakar en tierras saudíes se ha visto empañada por un posible atentado que, el pasado 30 de diciembre, hirió gravemente al conductor Philippe Boutron tras la explosión de su vehículo en Jiddah, dos días antes del inicio de la prueba.
Una circunstancia que provocó que el ministro francés de Asuntos Exteriores, Jean-Yves Le Drian, manifestara sus dudas sobre la continuidad del rally y que puso de nuevo de relieve la dimensión geopolítica del Dakar, una prueba que ha estado marcada por los aspectos extradeportivos desde su misma creación.
El adiós en Argelia
Entre 1979 y 1988, durante sus primeras diez ediciones, el actual rally Dakar era conocido con el nombre de París-Argel-Dakar, puesto que la capital argelina era el punto obligado de acceso de la prueba al continente africano. La revuelta popular de octubre de 1988, que hizo tambalear al régimen argelino liderado por el Frente de Liberación Nacional y que abrió la puerta al multipartidismo y al estallido político del islamismo representado por Frente Islámico de Salvación, motivó que la organización decidiera no atravesar el país magrebí a partir de 1989.
A pesar de haber recorrido sus parajes a lo largo de una década, el Dakar sólo volvió a Argelia en 1993 y lo hizo evitando el norte del país, inmerso en un conflicto civil entre el ejército y los grupos armados islamistas que ahuyentó para siempre el rally del primer país africano que lo había acogido.
El centro de Argel, durante la revuelta de octubre de 1988 Foto: @argelidas
Con la Libia socialista de Gadafi
Con el abandono de Argelia por razones de seguridad, el trazado del Dakar se convirtió, en cada una de sus ediciones, en un indicador geopolítico que, muchas veces, servía mejor de termómetro para medir la estabilidad de los países africanos que las indicaciones emitidas por los diferentes ministerios de Asuntos Exteriores de los países occidentales . En 1989, la organización del rally cambió Argel por Trípoli, hasta el punto de que la prueba fue conocida como París-Trípoli-Dakar, y recorrió territorio libio recibiendo, en 1991, una visita oficial del presidente Muammar al -Gadafi.
Tras cambiar Libia por Marruecos a partir de 1993, el rally volvió a la Jamahiriyya durante la singular edición del año 2000, que enlazó Dakar con El Cairo, durante la cual Gadafi volvió a visitar una prueba que tuvo que suspender las cuatro etapas previstas en Níger por el temor a un posible atentado. Tras su encuentro con el director del Dakar, Hubert Auriol, Gadafi manifestó que si Francia le hubiera pedido ayuda pudo garantizar la seguridad del paso de la prueba por Níger, ya que «todas las tribus son amigas mías».
El presidente libio, Muamar Gadafi Foto: @TLSNkosi
En el corazón del conflicto por el Sáhara Occidental
La decisión de los organizadores de la prueba de modificar de nuevo el recorrido para entrar en el continente africano por Marruecos, a partir de 1993, generó un nuevo problema diplomático, ya que el rally transcurría así por el territorio del Sáhara Occidental, cuya soberanía se encontraba en disputa entre las autoridades marroquíes y el Frente Polisario . Esta circunstancia provocó la segunda muerte relacionada con un conflicto geopolítico que vivió el Dakar. Si en 1991 el piloto francés de uno de los camiones de asistencia, Charles Cabannes, fue víctima de un disparo perdido ligado al conflicto que enfrentaba, en Mali, al ejército con los tuaregs, en 1996 el piloto de camión francés , Laurent Gueguen, murió después de que su vehículo pisara una mina colocada por el ejército marroquí en su combate contra el movimiento independentista saharaui.
También ligado a este conflicto, en 2001, el Frente Polisario amenazó de reanudar su lucha armada aprovechando el anuncio del paso del Dakar por la ciudad saharaui de Smara, una decisión que no acabó llevando a la práctica debido a las presiones diplomáticas de Washington, de Argel y de la Organización para la Unidad Africana, que le forzaron a dar marcha atrás.
La amenaza islamista
A pesar de los múltiples escenarios de tensión que el Dakar había tenido que afrontar desde su mismo inicio, y que provocaban que la decisión final del recorrido de la prueba fuese una siempre difícil combinación entre un trazado desértico exigente y la geopolítica, fue el auge del terrorismo islamista en la región del Sahel, especialmente intenso con la entrada del nuevo milenio, lo que acabó provocando la fuga del rally del continente africano.
Amenazado inicialmente por el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, un grupo islamista argelino surgido durante los años de plomo de la guerra civil en el país magrebí, y posteriormente por Al Qaeda del Magreb Islámico, el Dakar tuvo que suspender su edición de 2008 siguiendo las recomendaciones del ministro de Asuntos Exteriores francés, Bernard Kouchner, después de que pocos días antes del inicio de la prueba un atentado asesinara a cuatro ciudadanos franceses y tres militares mauritanos.
La amenaza islamista había logrado, por primera vez, cancelar una edición entera del Dakar, un rally que, fruto de la creciente inseguridad existente en el Sahel, decidió trasladarse, a partir de 2009, a América Latina.
Una imagen del Dakar de 2018 que recorrió Perú, Bolivia y Argentina Foto: @NemeRacingTeam
La (relativa) tranquilidad sudamericana
La decisión de trasladar el Dakar a Sudamérica evitó la amenaza islamista, pero no la polémica geopolítica que históricamente ha rodeado al rally. Una de las principales controversias asociadas a su paso por los países sudamericanos es su impacto sobre los espacios arqueológicos. Sin ir más lejos, un informe elaborado por un grupo de diputados chilenos apuntaba en 2015 que el tráfico del rally por el desierto de Atacama había destruido un volumen considerable del patrimonio arqueológico chileno. A estas críticas, se añadió también Pablo Solón, antiguo embajador de Bolivia liderada por Evo Morales ante Naciones Unidas, quien apuntó que «el Dakar era un espectáculo de promoción de las transnacionales que peor hacen en el planeta» y que propagaba unos valores asociados a la conquista y la colonización.
De acuerdo con esa misma lógica, Ecuador de Rafael Correa rechazó acoger el rally en su territorio aduciendo que se trataba de un evento muy costoso y que buscaba sólo el beneficio de una empresa privada.
Presentación de la edición 2020 del Dakar, la primera que se realizó en Arabia Saudita Foto: Motonline.com
Los petrodólares saudíes
Seguramente en busca del dinero que los países latinoamericanos no estaban dispuestos a poner para seguir acogiendo la prueba, la organización del Dakar decidió trasladar de nuevo el rally, esta vez a Arabia Saudita, donde se celebra desde 2020.
El régimen monárquico saudí, que al igual que Qatar y Emiratos Árabes Unidos, ha apostado fuerte por la diplomacia deportiva como instrumento geopolítico para situarse en una mejor posición internacional, no dudó en gastar sus abundantes petrodólares para llevar al Dakar a su territorio. Al margen del argumento económico, los paisajes desérticos que tiene el país, que permiten que el recorrido de la prueba sea fiel a sus orígenes, y la relativa estabilidad en materia de seguridad, fueron elementos claves para decantar a la organización por el país árabe. Una circunstancia que puede verse alterada por el incidente del 30 de diciembre de 2021, justo antes del inicio del rally que hoy acaba, que vuelve a poner de nuevo sobre la mesa una posible amenaza islamista que ya obligó el Dakar a abandonar el continente africano que le había visto nacer. Un nuevo episodio que evidencia el carácter geopolítico del rally fundado, hace ya más de cuatro décadas, por el aventurero Thierry Sabine.