En 2020 la encuesta Òmnibus de la Generalitat demostraba cómo los adolescentes y los jóvenes -de entre 16 y 24 años- eran el grupo de edad que más solo se sentía, hasta un 26,5% más que el resto de personas adultas. «Estamos en la pandemia de la salud mental infantil y juvenil», afirma la psiquiatra de el Hospital Vall d’Hebron, Gemma Español, que ha podido comprobar cómo las urgencias psiquiátricas de menores de 18 años no han dejado aumentar desde que se terminó el confinamiento de la primera fase. En este centro hospitalario son habituales las consultas de adolescentes y jóvenes para tentativas de suicidio.
Raúl Abril, psicólogo del Centro de Familias con Hijos Adolescentes del SAIF (Servicio para Adolescentes y Familias) detecta en esta soledad los efectos del confinamiento que todavía arrastran, sobre todo, a los adolescentes. Abril recuerda que, en la adolescencia, los jóvenes tienden a distanciarse de sus padres, porque es el momento de forjar la identidad, y que los amigos ganan un nuevo rol. Durante el confinamiento, las videollamadas no eran una herramienta suficiente para superar la soledad. «Hay más riesgo durante la infancia y la adolescencia de sufrir ese sentimiento de soledad. A lo largo de nuestra vida hay momentos en los que nos podemos sentir solos, pero si se perpetúa ese sentimiento de soledad a veces se acompaña o puede traducirse al presentar un trastorno psicopatológico», añade Español.
La situación que se vivió durante el confinamiento no ha terminado de normalizarse, tal y como se ha podido comprobar esta Navidad. Los adolescentes se encuentran con confinamientos intermitentes que suponen paradas abruptas de sus interacciones sociales. Muchos de ellos, explica Español, «tienen el sentimiento de soledad, pero sólo quienes tienen cierta predisposición genética o ciertos condicionantes, desarrollarán un trastorno de salud mental».
Desde el Servicio para Adolescentes y Familias (SAIF), un espacio repartido por varios puntos de la ciudad de Barcelona en el que los padres encuentran uno psicólogo gratuito con quien hablar de los problemas de salud mental que detectan en sus hijos, están de acuerdo. «A raíz del confinamiento aumentaron las conductas autolesivas, son carencias que están saliendo todavía», expone Abril. El psicólogo detecta como una problemática muy frecuente en sus consultas la falta de una escucha activa de padres a hijos: «Me he encontrado casos como el de una familia en la que la hija estaba encerrada en la habitación y el padre, estando en el comedor, recibió una llamada de la pareja de su hija porque ésta se estaba autolesionante».
Comunicación entre padres e hijos
Por lo general, la adolescencia es una edad complicada. Y los padres deben encontrar la forma de conectar con sus hijos, una canal de comunicación que no siempre es sencillo de encontrar. «Solo necesita ser escuchado y, a menos que sea algo muy grave que ponga en riesgo su vida o la de alguien, es mejor no hacer ningún juicio; si el padre o la madre lo, pensará que no se lo entiende y se arrepentirá de haber explicado nada», relata el psicólogo del SAIF. Recomienda dedicar cada día un rato a hablar con los hijos de lo que ellos quieran. «Que les llegue que los padres estamos siempre de forma incondicional», añade Abril.
Sin embargo, según el psicólogo, esta escucha muchas veces no se produce por falta de tiempo compartido entre padres e hijos. La mitad de las familias a las que Abril acompaña son monoparentales y monomarentales– «Quizás en este tipo de familias los padres trabajen y falta presencialidad en casa, ésta es un sentimiento de soledad y de aislamiento real«, apunta.
Éstas son algunas de las dificultades sociales que la psiquiatra del Vall d’Hebron menciona cuando habla de la complejidad social, principalmente vinculada a las dificultades socioeconómicas que muchas familias siguen sufriendo. «Todo influye en el sentimiento de soledad. Quizás en casa ha habido más tensiones, los padres han estado menos presentes», reflexiona Español.
Redes sociales y trastornos alimenticios
Paralelamente, a este sentimiento de soledad y al aumento de las conductas autolesivas, los trastornos alimenticios también han sido protagonistas después del confinamiento. El incremento en el uso de las redes sociales ha jugado un papel importante. Tanto Gemma Español como Raül Abril han podido ver esta interrelación en los casos que han atendido. Según la psiquiatra, durante el confinamiento los adolescentes dedicaban el doble o triple de horas al día a navegar por las redes sociales: «Se sobreexponían a influencers y estilos de vida, a modelos delgados… Como no tenían ninguna distracción más, se obsesionaban, y es cierto que las redes sociales pueden jugar un papel muy importante en favorecer el sentimiento de soledad y en la aparición de trastornos de salud mental en adolescentes con predisposición”. Esta sobreexposición, analiza la psiquiatra, hace que se comparen constantemente, lo que ve con los pacientes con un trastorno de conducta alimentaria.
Es, al menos, alarmante, que en la mayoría de consultas de urgencias que atiende Español se hable de querer ser como una persona que se refiere al mundo de las redes sociales y que aparezcan sentimientos de frustración por la incapacidad de tener una vida idílica como la que se ve en las pantallas de los móviles. «Esto, en ciertos tipos de personalidades, puede generar malestar, ansiedad, síntomas depresivos, dificultades para dormir y trastornos de conductas alimentarias», razona la psiquiatra.
A su vez, Abril se ha encontrado casos, sobre todo de chicas, con fobia social. «Durante la pandemia, la gente no se ha expuesto a las relaciones sociales y tienen miedo a mostrarse frente a los demás, sobre todo, chicas, que no están contentas con su imagen a consecuencia de ver unos modelos de cuerpos irreales», añade el psicólogo del SAIF. Afirma también que por este motivo han aumentado los trastornos de conducta alimentaria. Aparece la frustración, que puede generar conductas autolesivas. La salud mental de los adolescentes es otra factura de la pandemia.