Alguien me dijo que las primeras veces sólo se viven una vez en la vida. Probablemente, nunca sean las mejores, pero siempre serán una oda al placer irrepetible del descubrimiento. En la adrenalina de la innovación. Las primeras palabras, el primer beso, la primera gran desilusión. Las primeras veces son, en realidad, el primer eslabón de una cadena que nos abre de par en par las puertas del futuro. A partir de ese momento, si quieres y puedes, tienes un nuevo mundo a tu disposición.
Pero como aprendimos de Christopher Nolan, los mundos nuevos no siempre son deseables. A veces, incluso, pueden ser aterradores. Si las predicciones no fallan, la de este fin de semana será la primera ola de calor que Cataluña vive en mayo. No hemos despedido las rosas de Sant Jordi y la temperatura sube hasta los 40 °C. Ya lo cantan sur allá: se acabaron otoños y primaveras.
Pero, como decíamos, esta ola es sólo la primera. A partir de ahora ya no será la excepción, sino el preludio. Vendrán más: los informes del IPCC, el grupo de científicos de Naciones Unidas sobre el cambio climático, apuntan a que las oleadas de calor incrementarán su frecuencia e intensidad durante los próximos años. Con un calentamiento de 1,5 °C, el 13,8% de la población mundial vivirá oleadas de calor extremas al menos una vez cada cinco años. Sin embargo, como siempre, la situación puede ser peor. Si la temperatura aumenta hasta los 2 °C, las oleadas de calor extremas afectarán al 37% de la humanidad. Unos 1,7 mil millones de habitantes más por una diferencia de «sólo» 0,5 °C.
Muchos de nosotros seremos incapaces de adaptarnos a la nueva realidad. La producción agrícola, el acceso al agua potable, la generación de energía, la viabilidad del sector turístico o la explotación de los recursos pesqueros. La mayoría de los elementos que nos explican como la sociedad dependen de la estabilidad climática. Desgraciadamente, para las sociedades con pocos recursos económicos, aquellas que menos CO₂ han enviado a la atmósfera, un cambio abrupto en estas condiciones es un golpe mortal. La sequía que en los últimos años ha secado el Cuerno de África es su mejor ejemplo. Según Naciones Unidas, 13 millones de personas se ven perseguidas por el hambre. Los estamos matando.
Superada esta primera vez, por tanto, la única alternativa política viable será aquella que reduzca de inmediato las emisiones. En el caso de nuestro país, tenemos tres décadas para reducir más de 40 millones de toneladas de CO₂eq al año. Por eso, todo proyecto nacional que en Cataluña se quiera vincular a los valores de la modernidad y la justicia debe tejerse en torno a un futuro libre de gases de efecto invernadero.
Qué proyecto colectivo tenemos para descarbonizar la movilidad regional, la industria, el ocio, el sistema energético o el sistema alimenticio? De momento, vayamos tarde. Más tarde que los países de nuestro entorno. El catalanismo, por tanto, debe articular urgentemente un proyecto amplio, de país, para descarbonizar la vida. Un proyecto que cuente con el apoyo de todos los actores políticos, cívicos y sociales y que sirva de guía frente a los cantos de sirena con los que nos tenta el modelo de desarrollo fósil.
Cierto que las primeras veces nos impulsan hacia el futuro. Sin embargo, a veces nos impulsan también hacia la perdición. El primer cigarrillo, la primera mentira, la primera bala. En estos casos, no existen soluciones fáciles ni respuestas mágicas. Pero es evidente que sin valentía, imaginación y amplios consensos, la primera vez se repetirá perpetua e inevitablemente como la peor de las tragedias griegas.