Restaurantes y hoteles ultiman este viernes los preparativos de una cita marcada por el contraste entre las expectativas «ambiciosas» de empleo y las comidas que finalmente podrán servirse. De celebrar el Fin de Año con grandes cenas y bailes hasta la madrugada, a resignarse a hacer eventos al 50% de aforo que deben acabar a la una de la madrugada.
«Es un desastre, nos han cambiado las reglas del juego a media partida», lamenta en el ACN un restaurador de Cabrils. La FECASARM calcula que las pérdidas serán de 90 millones de euros en el conjunto de Catalunya. Sin embargo, dentro de la limitación del 50%, la patronal cree que se llenarán buena parte de las plazas disponibles. En Silos, por ejemplo, las cenas de los grandes hoteles estarán casi llenas gracias a un resurgimiento de reservas de última hora.
Hoteles y restaurantes confiaban en que la verbena de este viernes se asimilaría lo máximo posible a la del 2019. Una vez superadas las circunstancias de hace un año –cierre nocturno de la hostelería y primer toque de queda-, el mundo de la hostelería auguraba una noche de grandes salones llenos y fiesta con baile hasta altas horas. Elaumento de contagios y las restricciones decretadas por el Gobierno, sin embargo, han desmontado todos los planes y han disparado las cancelaciones.
El temor a los contagios, las cuarentenas, los positivos de Covid, las limitaciones horarias y de aforo han sido un cúmulo de circunstancias que ha despejado la mitad de las plazas de los restaurantes. Hasta este jueves, la previsión era que los establecimientos tuvieran que cerrar a las 00.30 h en plena celebración de Fin de Año. Una norma que la patronal pedía flexibilizar hasta la una para que los clientes pudieran celebrar mínimamente la bienvenida del 2022”y no tener que irse deprisa justo después de las campanadas». Finalmente, la Generalitat ha accedido.
Sin toque de queda, pero tampoco reservas
En el restaurante el Hort de Cabrils (Maresme), el empleo distará mucho de las previsiones de la patronal. Aquí las reservas han caído un 90%. Antes de las últimas restricciones, el local trabajaba con la intención de repetir las buenas cifras de otros años, con una cena para cerca de 200 personas. Sin embargo, desde el 23 de diciembre las llamadas de cancelación se han ido sucediendo hasta dejarlo en 29 personas.
En Cabrils, con una población de poco más de 7.000 habitantes, no hay toque de queda, pero esto no ha influido positivamente en las reservas por esta noche: «Debemos cerrar pronto y no se puede hacer verbena», se lamenta Sergio González, titular del negocio y presidente de la Asociación de Hosteleros de Cabrils.
En este pueblo, además, la restauración vive de clientes de otros municipios, donde sí que hay toque de queda, y que han acabado optando por no salir a cenar. Para González, todo es un «desastre», ya que se han tenido que devolver pagos y, por el contrario, todas las neveras ya estaban llenas: «Nos han cambiado las reglas del juego a media partida y estamos desesperados».
En este pequeño municipio del Maresme, conocido por su amplia oferta gastronómica, todos los establecimientos están pasando por el mismo trance. El miedo a la población, el toque de queda y las restricciones al sector ha dejado la villa gastronómica sin la fuerza tractora de su principal motor económico. En Navidad, las reservas ya cayeron un 50%.
González lamenta que las administraciones «limiten» la actividad de la restauración sin que el sector reciba ayudas ni compensaciones por subsistir. Desde la Asociación de Hosteleros creen que la situación es incluso peor que el año pasado porque se han terminado las ayudas, la infraestructura es la de un año «casi normal» y, en cambio, dejarán de facturar «lo mejor mes del año».
De hecho, durante la pandemia, uno de los dos hostales que también existían en el municipio se ha visto obligado a cerrar definitivamente. En el otro, el Hostal de la Plaça, las reservas de los paquetes que se ofrecían para cenar y dormir cayeron a cero. Su gerente, Artur Masiques, explica que en los últimos días se ha «recuperado» alguna reserva de forma muy tímida.
En Nochevieja, el Hostal de la Plaza tiene diez personas para cenar, cuando habitualmente se llegaba a las 140, y ha llenado siete de las nueve habitaciones que tiene el hostal a precios muy reducidos y para personas que no celebran la verbena en el establecimiento. Seguramente, reflexiona Masiques, es gente que cena en algún sitio del entorno y prefiere quedarse a dormir y no coger el coche.