Al inicio de la invasión rusa de Ucrania, elOleksandrauna vecina de Granollers de origen ucraniano, explicaba a NaciónDigital cómo sufría por su madreque se había quedado en la ciudad deIvankiv. Desde el domingo este sufrimiento se ha reducido: la Lyudmila, su madre, ya está con ella en la capital del Vallès Oriental. Después de días de sufrimiento, de miedo y de viaje farragoso, vuelven a estar juntas: «Mamá ya está en casa. Creía que no volveríamos a vernos», reconoce la chica.
Lyudmila emprendió el viaje el día 5 de abril por culpa de la invasión rusa. Vive en casa de su hija, donde también se encuentran otros familiares que han logrado huir. Todos hacen un relato terrorífico de lo que han vivido desde el 24 de febrero: destrucción, saqueos y muertes indiscriminadas, como la de una vecina que estaba fuera de casa durante un toque de queda o la de un chico que estaba en el coche con sus perros. O la de un sacerdote: «Lo mataron sin motivo alguno», explica.
Todo el relato lo hace con lágrimas en los ojos. De hecho, sigue pensando que es una pesadillauna película, y cuando cierra los ojos le parece oír ruidos de la guerra y ve cómo los soldados siguen disparando indiscriminadamente las casas de sus vecinos o buscan casa por casa soldados enemigos. «Teníamos mucho miedo, no sabíamos qué les pasaba por la cabeza«, explica.
Lyudmila también detalla que han estado casi desde el primer día sin luz, agua corriente, electricidad e internet. Y con muchas dificultades para comer: asegura que tenían que hacer colas de 14 horas para conseguir una barra de pan. Muchos se han quedado sin hogar, y en los momentos más duros bajaban a los sótanos. Dice emocionada que esto les ha unido ante la adversidad. Incluso han compartido la medicación con la que se tratan por la imposibilidad de encontrar nuevas existencias.
A pesar de los combates, explican que han intentado hablar con los soldados invasores. «Les preguntó por qué les atacaban y ellos respondían que lo hacían porque, si no, serían ellos los atacados. ¡Es absurdo!», exclama Oleksandra.
Natalia, la cuñada de Oleksandra, continúa el relato en el que han vivido en un pequeño pueblo de 300 personas: rodeaban las casas con los vehículos militares y no les dejaban salir. A un sobrino le apalearon porque no les gustaba cómo iba vestido. Nos han querido arrodillar, pero no han podido», defiende.
Y en cuanto a un posible retorno por un descenso de los combates en ciertas zonas, se muestran reacios: «Es precipitado. Un amigo de mi tío fue al cementerio a ver a su padre y fue herido por una mina. Ha perdido la pierna», dice Oleksandra.
Una vez tomada la decisión de irse, la fuga también ha sido complicada. Un recorrido que podían realizar en una hora se transformó en nueve. Pudieron llegar a Granollers este fin de semana en uno de los numerosos convoyes que se han desplazado a la zona.
Oleksandra dice que ha sido un momento muy duro a nivel emocional: «Llevaba muchos años viviendo allí. Ha llegado contenta, pero al salir de su municipio me pudo llamar y fue muy intenso. Llevábamos 32 días sin poder hablar«.