Antiguamente, la llegada de la Pascua significaba el regreso a la libertad de comida después de la Cuaresma, una época de reflexión y penitencia. De acuerdo con los preceptos cristianos, el lunes de Pascua se convertía en una especie de experiencia catártica en la que los platos se llenaban nuevamente de viandas. Joan Amades referencia esta tradición al Costumari catalán, los volúmenes en los que se detallan las costumbres de las tierras de lengua catalana.
Durante el Lunes de Pascua era obligado, dice Amadas, comida, para comer, «carne de cordero o de carnero» así como otros manjares como fricandó o el tradicional «platillo». De postre, el costumario indica que «era consuetud comer mona». En este sentido destaca que en las casas donde había niños se comía las que los padrinos entregaban a los ahijados, mientras que en aquellas donde no había niños, se compraban.
La mona es uno de los pasteles más típicos de Cataluña, pero ¿de dónde viene exactamente esta tradición de regalarla y comerla el Lunes de Pascua? La existencia de este pastel dulce está documentada por primera vez en el siglo XV, aunque muchos historiadores aseguran que ya desde antes se comían monas en Cataluña. Cuando se hacían en casa, estos manjares eran una especie de roscón hecho con pasta de pan y donde era costumbre poner huevos con el caparazón pintado.
La etimología de ese nombre proviene del árabe antiguo. En esta lengua, se utilizaba la palabra «mûna«, que servía para definir el tributo de arrendamiento de tierras que se pagaba con pasteles y huevos duros. Esta palabra habría pasado al latín, que habría adaptado la palabra hasta convertirlo en «munda«, nombre con el que se conocían las cestas adornadas y llenas de objetos, particularmente tortas y pasteles. La costumbre se podría haber extendido por Roma, donde este regalo habría tomado el nombre de «monus«. La evolución del nombre explicaría la razón de la nomenclatura actual.