El estudio de arquitectura POA ha revelado una de las grandes incógnitas culturales que ruedan a los catalanes ya las catalanas cada vez que viajan al extranjero: ¿por qué fuera del Estado no hay persianas? Algunos de los motivos son evidentes. Es el territorio con más horas de luz al día de todo el continente europeo y cuando llega el buen tiempo, los rayos de luz se cuelan en las estancias de las casas y las ahogan de calor. Las persianas son una solución para bajar la temperatura y conservar una cierta frescura.
De hecho, están tan arraigadas en nuestra cultura que ni siquiera nos cuestionamos su presencia en los hogares. Tienen que estar y se han convertido en un elemento imprescindible a la hora de diseñar y construir las viviendas. Pero en el resto de Europa no es así. Fuera de España, las ventanas, desnudas, son un escaparate de la vida de los demás. No es que no haya persianas, es que ni siquiera hay cortinas. Y esto es lo que, verdaderamente, aquí da miedo.
El verdadero motivo por el que tenemos persianas tiene que ver, por un lado, con el nuestro legado árabe, que contrasta con las costumbres calvinistas de los países protestantes del centro de la comunidad. En estos últimos, la tradición mandaba abrir las casas, demostrar que no había nada que esconder. En cambio, aquí, la forma de hacer de la cultura árabe mandaba vivir hacia dentro de casatener las cosas hermosas dentro, como los patios interiores, y mirar a través de los celos.
La sociedad española que, precisamente, se caracteriza por ser muy sociable y abierta, prefiere reservar ciertos aspectos de su vida privada para sí misma. Lo ha explicado el sociólogo Juan Carlos Barajas en su blog Sociología Divertida, donde detalla cómo en el Estado «estamos más en la calle y conocemos más al vecino, y de esta convivencia se deriva un gran interés por conocer la vida de los demás y un menor interés en que los demás conozcan la propiapor eso se colocan barreras». Esta costumbre también tiene sus raíces en la cultura religiosa católica, que recela de lo que dirán y aboga por proteger el interior para evitar rumores. Así lo ha definido Barajas: «Tienes que tener un interruptor, persianas y cortinas que desconecten tu casa del exterior por hacer lo que no quieres que vean a los demás«.
Pero algo está cambiando…
Los fabricantes de persianas declaran que desde la crisis económica del 2008, el mercado exterior está venciendo sus prejuicios culturales y se han incrementado las ventas en numerosos territorios. Es el caso, por ejemplo, del norte de Europauna zona que ha sido sitiada por las oleadas de calor provocadas por el cambio climático en la que ha habido un repunte de la demanda. O de Latinoamérica, donde el motivo de interesarse ahora por las persianas es muy distinto. Allí responde a la seguridad. Algunas persianas de aluminio soportan ráfagas de viento de hasta 300 kilómetros por hora. Un accesorio que poco a poco se va convirtiendo en imprescindible en épocas dehuracanes. Pero la cuestión de la seguridad en América del Sur también se explica por los índices de criminalidad: tener la persiana bajada dificulta que puedan entrar a robarte.
Así pues, mientras Cataluña y el resto del Estado se protegen del mundo exterior tras una persiana, en otros muchos lugares del mundo reina la transparencia, al menos en las fachadas. Pero, lentamente y de forma -dicen las empresas- destacable, muchos países comienzan a dejar atrás sus tradiciones para incorporar a sus casas un objeto, que pese a su significado cultural, tiene muchas ventajas.